Cuando los autores del Nuevo Testamento piensan en la Deidad y su misión a favor del ser humano, estructuran su pensamiento sobre la base de la acción del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Para ellos, la salvación y la santificación es un proceso llevado a cabo por las tres personas de la Deidad. Los antitrinitarios sostienen que la doctrina de la Deidad en tres personas está fundamentada en dos o tres textos del Nuevo Testamento (de paso, textos que quieren hacer desaparecer de la Biblia, dado que no concuerdan con su posición). Solo se transcribirán los textos, resaltando las tres personas de la Deidad que se mencionan, pero sin hacer un estudio exegético de cada uno de ellos, dado que el objetivo es mostrar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están en la base del pensamiento neotestamentario.
Lucas, en el libro de los Hechos, menciona en varias ocasiones a las tres personas de la Divinidad. Veamos:
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios (Hechos 7:55).
Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hechos 10:38).
Es común que el apóstol Pablo introduzca sus epístolas mencionando al Padre y al Hijo. Pero también pueden encontrarse diferentes alusiones a las tres personas de la Divinidad. Pareciera que, al mencionar la acción de una de las personas de la Divinidad en favor del hombre, sienta la necesidad de mencionar también la obra de los otros dos integrantes de la Deidad. Algunos ejemplos:
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres (Romanos 14:17, 18).
Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. (Rom. 15:15, 16).
Es muy interesante la construcción que utiliza el apóstol Pablo en relación con la obra de la Deidad en el ministerio de los creyentes. ¡Las tres personas de la Divinidad actuando en el otorgamiento de dones a los hombres! Observemos:
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo (1 Corintios 12:4-6).
Y el ya clásico texto litúrgico de 2 Corintios 13:14:
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.
Pero Pablo y Lucas no son los únicos escritores del Nuevo Testamento que utilizan esta fórmula. Puede constatarse también en las epístolas de Pedro. Veamos un ejemplo:
Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas (1 Pedro 1:2).
¿Y el apóstol Juan?:
Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado (1 Juan 3:23, 24).
También Judas utiliza este patrón:
Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (Judas 1:20, 21).
Estos son solo algunos de ejemplos que nos muestran que que la Deidad en tres personas está en la misma base teológica del Nuevo Testamento. La obra de salvación ocupa a las tres personas de la Divinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tienen un mismo objetivo: la salvación del ser humano. Por esta razón, Cristo mismo nos dejó esta comisión:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:18-20).